Calista y Otildia

Artesanas Hilanderas de Machuca

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En las vastas extensiones del Salar de Atacama, donde la aridez y la belleza se entrelazan, surge la comunidad de Machuca, un rincón pintoresco entre vados. En este lugar único, la tradición y la destreza artesanal de dos mujeres excepcionales, Calista y Otildia, han mantenido viva la centenaria práctica de la hilandería.

Ambas mujeres, orgullosas artesanas hilanderas, se sumergen diariamente en la creación de piezas únicas, utilizando principalmente la lana de animales locales, especialmente de las resistentes ovejas que pastan en los alrededores de Machuca. Este oficio, arraigado en las fibras mismas de su cultura, ha sido transmitido de generación en generación, recordando con cariño a sus abuelas como las maestras que tejían con destreza las prendas necesarias para afrontar las inclemencias del clima y las bajas temperaturas de la región.

La memoria de sus antepasados revela que las artesanas de Machuca no solo tejían por el placer de crear, sino por una necesidad imperante. Las condiciones geográficas aisladas y las bajas temperaturas de la zona impulsaron a sus ancestros a depender de sus propias habilidades y recursos para enfrentar los rigores del clima. La escasez de acceso a otras localidades intensificó la importancia de su labor, convirtiendo la hilandería en una parte esencial de la vida cotidiana en Machuca.

La historia de estas talentosas mujeres se entrelaza con el intercambio cultural y comercial que ha caracterizado a la región a lo largo de los años. La proximidad de Machuca a la frontera con Bolivia propició un flujo constante de trueques entre las comunidades, donde las prendas de lana tejidas con esmero por Calista y Otildia se convirtieron en bienes de gran valor. Este intercambio no solo fortaleció los lazos entre las comunidades, sino que también contribuyó a la preservación y difusión de esta ancestral habilidad.

Hoy, Calista y Otildia continúan tejiendo historias en cada hilo que entrelazan, manteniendo viva la llama de la tradición hilandera en Machuca. Su labor no solo es un testimonio del pasado, sino también un tributo a la resiliencia y la creatividad humanas que han florecido en este rincón remoto del Salar de Atacama.